Desde épocas remotas, las civilizaciones antiguas han utilizado los baños con aguas termales para curar y tratar enfermedades y también como establecimientos para el descanso y la socialización. Los hallazgos más antiguos de esta práctica datan de 2000 años A.C en la India, también en Italia y Grecia. En diversas etapas, romanos y árabes introdujeron en la Península Ibérica el uso científico de las aguas termales abriendo el campo de estudio al termalismo. Durante el siglo XIX, con los avances económicos e industriales, los Balnearios y centros de talasoterapia (baños de mar) irrumpen como servicio de salud y vacación en toda Europa, viviendo su época dorada y de esplendor. Un tiempo de empuje que ha vuelto a aflorar en nuestros días con la popularización de los servicios de Salud por Agua, el reencuentro de la ciudadanía con métodos más naturaleza de cura y prevención (está probado científicamente que el uso de agua termal disminuye el consumo farmacológico como consecuencia de una mejora para el salud) y el reconocimiento del plus que aportan los manantiales termales puros, de singular naturaleza, como lo son las de los Baños de Ledesma.
Las aguas termales provienen de las capas subterráneas de la tierra, a mayor temperatura que la superficie y son ricas en varios componentes minerales. Cada manantial (existe un centenar de villas termales reconocidas en España) tiene sus propias. Se utilizan en tratamientos terapéuticos, sobre todo en forma de baños, pero también irrigaciones, inhalaciones y calefacción. Se ubican por lo general en una falla terrestre y suben en forma de vapor o de agua caliente.
Con los baños, el agua termal actúa sobre el cuerpo a la vez y de de tres formas: química, física y biológicamente. De por si el baño aumenta la temperatura corporal, mata gérmenes y virus, incrementa la presión hidrostática, la circulación sanguínea y la oxigenación, ayudando a disolver y eliminar las toxinas. Como aumenta la oxigenación, mejora la alimentación de los tejidos en general, ayudando en los procesos metabólicos y estimulando las secreciones del estómago y el hígado, facilitando la digestión. Si se repiten los baños termales en períodos de días (la novena de baños es un término vinculado a la tradición española) se pueden normalizar las funciones endócrinas y el funcionamiento general del sistema nervioso. También se ha comprobado que mejora y estimula el sistema inmune, que relaja la mente, aumenta la producción de endorfinas y regula las funciones glandulares. Estos efectos en el cuerpo se deben a los minerales que contienen las aguas, principalmente magnesio, calcio, azufre y dióxido carbono.